Al cumplirse 69 años de la gesta popular mas grande, de todos los tiempos, se brinda el texto completo del discurso improvisado, por el Coronel Perón, desde los balcones de la casa rosada, cerca de la medianoche y ante una concurrencia de un millón de personas.
17 de octubre de
1945 - Plaza de Mayo
Trabajadores:
Hace casi dos años, desde
estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser
soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino. Hoy,
a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio
activo del ejército. Con ello he renunciado voluntariamente, al más insigne
honor a que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y laureles de general
de la nación. Ello lo he hecho porque quiero seguir siendo el Coronel Perón, y
ponerme con este nombre al servicio integral del auténtico pueblo argentino.
Dejo el honroso uniforme
que me entregó la patria, para vestir la casaca del civil y mezclarme con esa
masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la patria.
Por eso doy mi abrazo final a esa institución que es un puntal de la patria: el
ejército. Y doy también el primer abrazo a esta masa, grandiosa, que representa
la síntesis de un sentimiento que había muerto en la República: la verdadera
civilidad del pueblo argentino. Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que
representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo
de la patria. Es el mismo pueblo que en esta plaza pidió frente al Congreso que
se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo, que ha de ser
inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer este
pueblo grandioso en sentimiento y en número.
Esta verdadera fiesta de
la democracia, representada por un pueblo que marcha ahora también para pedir a
sus funcionarios que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero
pueblo. Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he
sentido una enorme satisfacción; pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de
argentino porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de
una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e
inmortal a la patria.
Hace dos años pedí
confianza. Muchas veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara mis
horas de día y de noche, había de traicionarme. Que sepan hoy los indignos
farsantes que este pueblo no engaña a quien lo ayuda. Por eso, señores, quiero
en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclarme en esta masa sudorosa,
estrecharla profundamente con mi corazón, como lo podría hacer con mi madre.
(se refirió luego a la unión general y agregó) Que sea esa unidad
indestructible e infinita, para que nuestro pueblo no solamente posea esa
unidad, sino que también sepa dignamente defenderla. (Como se alzaran voces de
la multitud, preguntándole dónde estuvo, añadió) Preguntan ustedes dónde
estuve. Estuve realizando un sacrificio que lo haría mil veces por ustedes. No
quiero terminar sin lanzar mi recuerdo cariñoso y fraternal a nuestros hermanos
del interior que se mueven y palpitan al unísono con nuestros corazones desde
todas las extensiones de la patria.
Y ahora llega la hora,
como siempre, para vuestro secretario de trabajo y previsión que fue y que
seguirá luchando al lado vuestro por ver coronada esa era que es la ambición de
mi vida que todos los trabajadores sean un poquito más felices.
Ante tanta nueva
insistencia les pido que no me pregunten ni me recuerden lo que hoy yo ya he
olvidado. Porque los hombres que no son capaces de olvidar no merecen ser
queridos y respetados por sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes
y no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo. Dije que habia llegado
la hora del consejo, y recuerden, trabajadores, únanse y sean más hermanos que
nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa
patria, en la unidad de todos los argentinos. Iremos diariamente incorporando a
esta hermosa masa en movimiento cada uno de los tristes o descontentos, para
que, mezclados a nosotros, tengan el mismo aspecto de masa hermosa y patriota
que son ustedes.
Pido también a todos los
trabajadores amigos que reciban con cariño este mi inmenso agradecimiento por
las preocupaciones que todos han tenido por este humilde hombre que hoy les
habla. Por eso hace poco les dije que los abrazaba como abrazaba a mi madre,
porque ustedes han tenido los mismos dolores y los mismos pensamientos que mi
pobre vieja había sentido en estos días. Esperemos que los días que vengan sean
de paz y construcción para la nación. Sé que se habían anunciado movimientos
obreros, ya ahora, en este momento, no existe ninguna causa para ello. Por eso,
les pido como un hermano mayor que retornen tranquilos a su trabajo, y piensen.
Hoy les pido que retornen tranquilos a sus casas, y por esta única vez ya que
no se los pude decir como secretario de Trabajo y Previsión, les pido que
realicen el día de paro festejando la gloria de esta reunión de hombres que
vienen del trabajo, que son la esperanza más cara de la patria.
Y he dejado
deliberadamente para lo último el recomendarles que antes de abandonar esta
magnífica asamblea lo hagan con mucho cuidado. Recuerden que entre todos hay
numerosas mujeres obreras, que han de ser protegidas aquí y en la vida por los
mismos obreros.
Pido a todos que nos
quedemos por lo menos quince minutos más reunidos, porque quiero estar desde
este sitio contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he
vivido en estos días.

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